Según un informe del Instituto Latinoamericano del Huevo (2014), la producción avícola es la segunda fuente de proteína animal menos contaminante después de la pesca.
Para producir 1 kg de proteína de carne de ave sólo se producen 3,5 kg de CO2 mientras que, para producir 1 kg de carne porcina, vacuna u ovina, se producirían 6, 43 y 51 kg de CO2, respectivamente. También es la segunda práctica, luego de la pesca, que consume menos agua y tierra, dos recursos de alta demanda y cada vez menor disponibilidad.
Aunque el impacto ambiental de la avicultura es relativamente modesto, cualquier producto de la excreción orgánica, si se presenta en cantidades suficientes, puede tener consecuencias ambientales. Por eso, el desafío es continuar trabajando en la búsqueda de tecnologías y prácticas que reduzcan la producción de gases de efecto invernadero.
La reutilización de estos residuos es el mayor reto.
En este sentido, la industria avícola procesa los desechos orgánicos (gallinaza) y con ello, además, contribuye al desarrollo agrícola. Por otro lado, también trabaja en la calidad de los residuos: el manejo nutricional mejora la eficiencia nutricional, contribuyendo a disminuir el nitrógeno, fósforo y azufre excretados.
Es importante continuar en la búsqueda de opciones de tratamiento, almacenaje y disposición de residuales. La avicultura es una actividad productiva que emite pocos gases de efecto invernadero; aun así, continúa innovando y demuestra su compromiso con la preservación del medio ambiente.
