Este incremento duplica, en el mejor de los casos, a la tasa de inflación anual. Y no es cierto -al menos en lo que se refiere al sector rural- que no se hayan actualizado desde hace 12 años ya que en la zona núcleo, desde el 2008 a la fecha el valor por hectárea del impuesto se multiplicó por 20. Si lo cruzamos por el precio de la soja para el mismo caso, el impuesto se incrementó un 433%.
Este aumento genera por sí solo y gracias al excesivo y distorsivo sistema tributario al cual estan expuestos los productores, un efecto cascada sobre el impuesto inmobiliario complementario y sobre el impuesto a los bienes personales, en algunos casos particulares la sumatoria de impactos hace que este aumento tenga matices de confiscatorio, si sumamos sus resultados incrementales sobre la tributación total llega a comprometer un 30% del beneficio de la producción.
Pero aún todos estos argumentos demuestran por lo menos una falencia importante y es la de no saber cómo se compone la rentabilidad del productor.
Los productores agropecuarios saben que no se puede trasladar la incidencia de impuestos a los precios, que se rigen por los precios del mercado. Si se incrementan los impuestos en base a la inflación está suponiéndose que los precios de los productos están siguiendo esa dinámica, lo cual es una afirmación incorrecta para las producciones.
Si se revalúa tomando un incremento promedio del 50% de una única vez, sin un escalonamiento que permita reacomodar el sistema productivo, el golpe va directo al bolsillo del sector y le quita capacidad de reinversión a todos y en algunos casos la imposibilidad del pago, con las consecuencias de punitorios. Los tiempos biológicos tienen una dinámica que no parecen entender los entes recaudadores.
La situación y la oportunidad del aumento para el sector tampoco son los mejores. Hoy tenemos 6 millones de hectáreas bajo el agua, caminos imposibles, lotes que no se sembrarán o dejarán una parte sin hacerlo por falta de piso (eso sí todos pagarán el impuesto como si se hubieran usado en su totalidad) y además el fuerte impacto del aumento del gasoil en los costos de producción, Si sumamos este golpe inmobiliario, esto representará para los campos ganaderos 7,5 kg de ternero por hectárea, y los agrícolas 2,3 qq por hectárea. El productor pequeño y mediano será el más afectado en esta situación.
El gradualismo en las cuentas fiscales, y la provincia de Buenos Aires no es la excepción, lo siguen pagando los productores agropecuarios.