Las grandes inundaciones del 2017 afectaron casi 230 mil hectáreas sembradas con trigo, mientras que las del 2015 impactaron en más de 300 mil hectáreas de este cultivo. Por eso, investigadoras de la UBA estudiaron cómo incide el anegamiento sobre el número de granos en trigo y cebada, y destacaron que se pierde entre 1,5 y 2% de producción por cada día bajo el agua en el período previo a la floración, que es la etapa más sensible en cuanto a la generación del rinde. Además, comenzaron a pensar estrategias para atenuar sus consecuencias.
“Las inundaciones de los últimos años tuvieron consecuencias graves sobre los cultivos de trigo y cebada. Cuando relevamos información sobre la respuesta de ambos cereales al anegamiento, encontramos que la mayor parte de los estudios se centraban en los estadios iniciales y hacían hincapié en evaluaciones fisiológicas. Por eso, asumimos el desafío de generar eventos de anegamiento sobre estas especies y analizar sus efectos sobre el rendimiento a lo largo de sus ciclos completos”, afirmó Romina de San Celedonio, docente de la cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).
“Nuestros experimentos en macetas, en condiciones controladas, nos permitieron detectar que la presencia excesiva de agua generó grandes mermas en el número de granos cuando ocurrió durante el período inmediatamente previo a la floración. Por cada día de inundación en esta fase de los cultivos se perdió entre 1,5 y 2% de producción. Y luego de 25 días de duración del exceso hídrico, los rindes cayeron abruptamente”, agregó Gabriela Abeledo, quien también se desempeña en la cátedra de Cerealicultura FAUBA.
En este sentido, Abeledo destacó que para la Región Pampeana hay un 50% de probabilidades de que ocurran inundaciones que duren entre 2 y 7 días, y que coincidan con la etapa previa a la floración, en ambos cultivos. “En términos climáticos, las chances son muy grandes, aunque su impacto sobre el rendimiento también depende de otros factores como el tipo de suelo y la condición ambiental durante el evento de anegamiento y los días posteriores”. La investigadora destacó que este trabajo está publicado en la revista científica Plant and Soil.
Los días que siguen
Además, de San Celedonio resaltó: “Las caídas en el número de granos se hicieron más agudas con alta demanda ambiental. Esto quiere decir que si durante el evento suceden días muy soleados y calurosos, las plantas se marchitan inmediatamente. En los ensayos en macetas la pérdida de producción con anegamientos de 20 días previos a floración en fechas de siembras tardías fue de hasta el 90%, mientras que cuando repetimos los ensayos usando contenedores de 1 m3, que tienen una estructura más cercana al cultivo, se perdió casi el 40%”.
A su vez, aclaró que: “la mayor caída en la producción de biomasa de los cultivos se da una vez que el anegamiento se remueve; mientras las plantas permanecen anegadas no se percibe tanto estrés. Por otro lado, nos sorprendimos con la capacidad de recuperación de los dos cultivos cuando el exceso hídrico se da en estados tempranos de desarrollo. Si bien las plantas parecían muy caídas, después de algunos días volvían a tener vigor”.
Alternativas
Romina de San Celedonio, quien también es docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA, señaló que para poder pensar en alternativas de manejo para mitigar el problema es necesario realizar ensayos a campo. “Comenzamos con macetas; luego pasamos a contenedores y recientemente empezamos un experimento a escala de cultivo. Nos estamos dando cuenta de que es muy complejo anegar grandes superficies. Es decir, los ensayos se inundan sólo cuando llueve, pero cuando uno lo quiere hacer, es realmente difícil”.
Asimismo, la investigadora compartió con Sobre La Tierra las conclusiones de los ensayos de fertilización en los contenedores. “El agregado de nitrógeno a la siembra no tuvo buenos resultados. Creemos que luego de sufrir una inundación, la ocurrencia de un día con alta demanda ambiental hace que la planta pierda parte del área foliar que se había generado por la fertilización”.
Abeledo consideró que es necesario prestar atención a las causas que generan una prolongada presencia de agua en la superficie del campo. “Puede darse por precipitaciones intensas, pero también por cuestiones relacionadas con el laboreo del suelo o con el sistema de rotaciones. Entonces, para reducir esas frecuencias de anegamiento debemos analizar todo el sistema de producción dentro del que están insertos los cultivos de trigo o cebada”, concluyó