Si bien aún restan unas cuantas semanas para que el productor comience a desarrollar las tareas en campo, ciertos indicadores permiten ir delineando los planes de siembra para el nuevo ciclo. Cabe recordar que -a rasgos generales y dependiendo la zona- la siembra del trigo se ubica en la ventana temporal que va desde mediados/fines de mayo hasta julio (principios de agosto en algunos casos).
En cuanto al ciclo 2019/20, la institución destacó algunos elementos que podrían impulsar el área a sembrar.
En primer lugar, aparece el escenario de precios a cosecha. Si bien los mismos se muestran en niveles inferiores respecto del año pasado, se mantendrían por encima del promedio de los últimos cinco. Dependiendo la zona, los valores vigentes permitirían cerrar buenos márgenes a los productores.
En segundo lugar, la cuestión climática ofrecería un panorama favorable. Los suelos muestran buenas reservas de humedad y los pronósticos señalan probabilidades de lluvias en torno a lo normal o (por encima) para el próximo trimestre. Así, se descuenta que la siembra podría desarrollarse en tiempo y forma, sin exponerse a necesidades hídricas.
Por último, las perspectivas de demanda del cereal también aportarían incentivos. Según las estimaciones de la institución, tanto el consumo interno como las exportaciones estarían aumentando ligeramente para el ciclo venidero. Sobre todo, se destacan las ventas externas, que ascenderían a 13,2 mill. tn. (+5,6%).
Ante este contexto, la BCBA estimó una intención de siembra de 6,4 mill. has, lo cual significaría un leve aumento respecto del año anterior (+3,2%). Teniendo en cuenta esta superficie, y arriesgando un escenario de rindes nacionales en torno a 32,8 qq/ha, la producción podría ascender a 20,6 mill. tn.