Sin ánimo de ponerme en el rol de economista, ni faltarle el respeto a una noble profesión que lleva años de estudio y dedicación y a la cual respeto muchísimo, me he propuesto realizar un análisis sobre la inflación que históricamente ha sufrido nuestro país en más de 70 años, a excepción de la década del noventa cuando funcionó la convertibilidad durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando De la Rúa. Sin dejar de mencionar en ese período la triste y recordada etapa de hiperinflación que tuvimos en 1989 durante la presidencia de Raúl Alfonsín, cuando la variación de precios de ese año superó el 3 mil por ciento.
Por los recurrentes ciclos de suba de precios que experimentó y aún sigue padeciendo Argentina, con consiguientes consecuencias para su población –en la cual me incluyo–, considero que la inflación se ha transformado en una “enfermedad” crónica y prácticamente autóctona de éstas latitudes. Mientras que en la mayoría de las naciones del mundo hace varias décadas que la inflación no constituye un problema, los argentinos seguimos soportando las efectos de este flagelo que apenas un puñado de países alrededor del planeta no han podido controlar, como Venezuela, Zimbabue, Sudán, Irán, Sudán del Sur y Liberia, entre otros.
Está claro que la inflación no ha desaparecido completamente de la economía global, pero se ha logrado reducir a niveles muy bajos, dejando de representar una dificultad para los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, que han sabido disminuir a un dígito ésta variable, como Estados Unidos, Canadá, las naciones nórdicas europeas o Australia, sólo por mencionar algunos ejemplos exitosos. Muchos lo han conseguido en un plazo promedio de 5 años y en condiciones macro mejores a las que presenta Argentina.
No pretendo con este análisis acercar soluciones técnicas –de las que carezco– que busquen resolver este problema que afecta nuestros ingresos (salarios) y por ende nuestro poder adquisitivo para obtener bienes y servicios. Y seguramente habrá expertos en economía idóneos para hacerlo. Simplemente intento visibilizar los hechos objetivos que muestran la historia y la coyuntura Argentina, con la finalidad de poner sobre la mesa un tema muy complicado que no pareciera tener solución en el corto plazo.
A lo largo de los años, lamentablemente, muchos políticos que ocuparon cargos de poder subestimaron y no pudieron resolver el flagelo que significa la inflación para los argentinos.
Los especialistas podrán argumentar que obedece a los desequilibrios macroeconómicos recurrentes que sufre nuestro país, como el déficit fiscal o la elevada emisión monetaria, pero nadie ha encontrado la receta correcta para neutralizar los incrementos de precios que tanta incertidumbre e inestabilidad provocan en nuestra sociedad. Situación que históricamente fue acompañada de fuertes subas del dólar por efecto de la desvalorización de nuestra moneda.
Más allá de las disputas políticas y partidarias la realidad es un reflejo ineludible de tantos años de fracasos en materia económica que han postergado por décadas el desarrollo de Argentina. Cómo es posible que a escasos kilómetros de nuestra frontera, países hermanos como Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay hayan logrado una estabilidad en varios aspectos que les ha permitido crecer y tener certidumbre para proyectar a futuro. Somos los únicos en Sudamérica (excluyendo a Venezuela claro está) que convivimos con una inflación de dos dígitos y muy elevada.
Por eso, es una gran deuda pendiente de Argentina no haber podido domar en más de medio siglo –convertibilidad mediante– a los precios de la economía, sin dudas, una de las principales preocupaciones que tiene la gente junto a la pérdida de trabajo y a la inseguridad.
La pregunta, entonces es: ¿cuántos años más deberán pasar para que podamos tener certezas sobre la evolución de la inflación? Encontrar la respuesta nos permitirá poder pensar en un país con mayor estabilidad que posibilite la planificación a mediano y largo plazo. Y lograr así las certezas que ayuden a dejar de alimentar las especulaciones que tanto daño le han generado a la Argentina a través de su historia.