Se espera que siga este letargo de la actividad productiva e industrial, con un consumo muy deprimido y más deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores, que no va a mejorar si pensamos en que todavía hay bienes y servicios que no pudieron adecuar los precios al valor del tipo de cambio que sorprendió después de las primarias.
Un ejemplo son las tarifas de energía eléctrica y de gas, o los combustibles, que acordaron congelar sus valores y todavía no se acomodaron a los costos actuales. “Vamos a estar viendo indicadores alarmantes de caídas del consumo”, explicaba en diálogo con Palabra de Campo -por Radio 10- el economista Mariano Kestelboim, que no descarta una nueva devaluación abrupta.
“El Gobierno está haciendo todos los esfuerzos para que eso no suceda, por lo menos hasta las elecciones, pero después de noviembre y ya en diciembre no está asegurado que no haya un movimiento fuerte del tipo de cambio”, dijo.
Este año va a haber más inflación que el año pasado, indica, pero sostiene que no cree que quede por el 60% como se preveía, sino que rondará el 55%. “Es un nivel elevadísimo y mayor al de 2018, pero no tiene margen para seguir creciendo”, marcó.
Es que, según señala, el mercado interno no tiene capacidad para traccionar mayores aumentos de precios, ese es el límite de las empresas para seguir acelerando el proceso inflacionario. Por eso, el movimiento del dólar no traería más inflación aún.
“La inflación que vemos es de costos y responde a estas variaciones del dólar y a la recomposición del poder adquisitivo de los asalariados; pero no es una inflación especulativa o de demanda, sino que simplemente es un reacomodamiento lento de muchas empresas de prestaciones de servicios y bienes que todavía no llegan a aumentar su producto al nivel que subió el dólar”, detalló.