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El conflicto en Bolivia divide a la alianza oficialista en el último mes de Gobierno

Gobierno por sus definiciones sobre lo que está pasando en Bolivia. Una nueva "grieta" y una demostración de cómo está la alianza oficialista a un mes de dejar el poder.

Por si algo le faltaba a la transición que arrancó el 27 de octubre y terminará recién el 10 de diciembre, cuando finamente asuma Alberto Fernández, se profundizan las grietas. “Las", sí. Porque a la conocida y agotada grieta K vs. M, le sumamos la que se venía gestando y salió con firmeza ante el golpe en Bolivia: la interna oficialista entre el PRO y la UCR.

Las diferencias surgen, justamente, del concepto de “golpe de Estado". Mientras el PRO y los funcionarios -como en canciller Faurie- siguen sosteniendo que no ven indicios de que el pedido de renuncia de las FFAA bolivianas a Evo Morales y la llegada de Camacho al Palacio Presidencial a última hora del domingo, se parezca a un golpe.

Mientras tanto, la UCR salió casi por completo, a repudiar -directamente- lo que reconocen como un golpe de Estado en Bolivia. Además, marcaron la cancha y pidieron atención, precaución y responsabilidad del Gobierno nacional.

No se limitó sólo a la UCR. También trajo problemas dentro del PRO, cuando Daniel Lipovetsky (diputado nacional del partido que lidera Macri) dijo en su cuenta de Twitter que “si ladra y mueve la cola, es perro", confirmando que cree firmemente que en Bolivia se tomó el poder por la fuerza. Lo atacaron colegas y votantes, y hasta fue primera tendencia en Twitter con el hashtag #RenunciaLipovetsky.

Sobre eso dialogó con Radio Campo -por Radio Colonia- el analista político Sebastián Dumont, que explicaba que Alberto Fernández recibe el 10 de diciembre una región mucho más convulsionada que aquella que recibió Macri en 2015: conflictos en Ecuador, lo que pasó en Bolivia y el posterior exilio de Evo Morales en México, la situación social en Chile -que parece estar lejos de calmarse tras el último anuncio de Piñera sobre mayor participación de las fuerzas en las calles-, una relación tensa con el Gobierno de Bolsonaro en Brasil y, como frutilla del postre, Donald Trump felicitando a quienes tomaron el poder en Bolivia.