Salud hay una sola. Es uno de los conceptos básicos del especialista Marcelo Zysman, que como cada semana explica en Palabra de Campo -por Radio 10- algunos de los temas que están en boca de todos y necesitan de información sobre la mesa. Esta semana, con el conflicto mendocino por la modificación a la Ley 7.722 cerrado tras la derogación de la Ley minera, nos sacamos las dudas sobre por qué el cianuro se vuelve una amenaza grave aún con altos niveles de control.
El médico veterinario explicó que Mendoza está montada sobre un desierto y desde hace 9 años se declaró en Emergencia Hídrica. Entonces, dice, al poco agua que tiene le sumamos un riesgo potencial de contaminación que no requiere de mayor análisis para entender que se vuelve una amenaza mayor.
Lo que se plantea, explica, es que para obtener metales pesados preciosos que son muy importantes en diferentes industrias -la bélica, tecnológica, e incluso agropecuaria-, hace falta usar un producto esencial: cianuro. A oídos de todos suena a veneno, y es verdad: es un venero, aclara.
“El cianuro es una sustancia con la particularidad de detener el metabolismo de cualquier célula viva: bacteria, humano, planta, vaca, etcétera. Evita que se cumplan los procedimientos por los que las células respiran. Y se usa mucho cianuro para obtener estas sustancias con las que se pretende extraer oro, por ejemplo”, asegura.
Pero otro de los problemas radica no sólo en su uso sino en que tiene la capacidad de, cuando es arrastrado -y para eso necesita del agua- arrastra otro tipo de metales en que, en su combinación, aumentan aún más la toxicidad, sea por su materia o por la potenciación. Es decir, por la suma de -por ejemplo- cianuro+plomo, o por la sustancia aún más tóxica que logran al combinarse.
A pesar de saberse esto, las megamineras aseguran, a nivel internacional, que tienen estándares GMP, o sea, de buena manufactura, para evitar los riesgos y potenciales contaminaciones del entorno a partir de sus procesos de depuración. “Pero ha fallado”, sostiene, y sobre eso se encuentran ya cientos de reportes y documentos que muestran fehacientemente los trastornos que ocasionan las mínimas fallas que, en lugares donde no hay agua, ocasionan catástrofes ecológicas. Ante esa posibilidad, Zysman se pregunta: “¿Vale más un poquito de oro que la poquita agua que tiene Mendoza?”.