Frente a un mundo que se pone como meta incrementar la sustentabilidad en todas sus actividades, resurgen alternativas que estrechan la relación de la humanidad con la naturaleza, al punto de conocer las características de ambientes, cultivos e interacciones biológicas y comprender los ciclos productivos.
Así, surge un nuevo enfoque en la protección vegetal basado en criterios ecológicos y económicos para resolver los problemas de la sanidad de los cultivos: el manejo integrado de plagas. Disminuir la dependencia de sustancias químicas y un mejor aprovechamiento de los recursos del sistema, entre los objetivos.
Para Mario Mondino, investigador del INTA Santiago del Estero, el control biológico es un método de manejo integrado de plagas de “gran potencial” en el cultivo del algodón. “Emplear predadores y parasitoides pueden evitar que una población de plagas alcance niveles de tratamiento y representa un control más barato, eficiente y sustentable que el proporcionado por los insecticidas”, aseguró.
De acuerdo con el especialista, “la mayoría de los insectos plaga del algodón tienen sus enemigos naturales, los que pueden tener una mayor o menor importancia como agente de control”. En esta línea, reconoció que suelen ser “poco conocidos” y no suelen ser tenidos en cuenta por los productores para controlar las plagas de insectos.
“No reconocen el valor económico y ambiental de estos agentes biológicos y priorizan la detección temprana de las especies plagas a fin de tomar medidas fitosanitarias que impidan un daño económico”, subrayó.
Entre los insectos benéficos que se pueden utilizar para el control biológico, Mondino se refirió a los predadores y a los parasitoides, según las actividades biológicas en relación a sus presas. Y destacó el rol que cumplen las vaquitas, crisopas, chinches, moscas, avispas y arañas, entre otros tantos, en el control de plagas del algodón.
Asimismo, no dudó en enfatizar la importancia que tienen para los pequeños productores de algodón, la presencia de montes y otras vegetaciones arbustivas naturales rodeando el lote de producción lo que genera una alta diversidad biológica. También la siembra de “borduras” a base de maíz y sorgo producen similares efectos en lotes agrícolas.
“Estas plantas nativas o implantadas, protegen y nutren a los insectos útiles con polen y néctar y permiten el aumento de su población en forma natural”, indicó. Es que, de acuerdo con el investigador, “a medida que los agroecosistemas aumentan la superficie del lote y disminuyen su diversidad, se vuelven más frágiles y permiten la aparición de insectos plagas de difícil control”.