Acuerdo Europeo Verde (la traducción de European Green Deal) es el nombre que recibe un programa que lanzó la Unión Europea (UE) a fines del año pasado, con un objetivo muy ambicioso: convertirse en el primer continente “climáticamente neutro” para 2050.
Significa lograr compatibilizar la demanda de alimentos con una producción más sostenible, inclusiva y amigable con el ambiente, además de respetar el bienestar animal en el caso de la ganadería.
Para lograrlo, en mayo pasado la UE avanzó con el comienzo de la implementación de una de las primeras patas de apoyo de este plan, que es el corazón del Acuerdo Verde: la estrategia Farm to Fork (F2F), que significa de la Granja al Tenedor.
En resumidas cuentas, implica que todos los productores y fabricantes de alimentos de Europa deben demostrar la sustentabilidad ambiental y la trazabilidad de su mercadería. Y con un adicional: una fuerte reducción en la utilización de fitosanitarios.
“Hay una urgente necesidad de reducir la dependencia de pesticidas y antimicrobianos, reducir el exceso de fertilización, aumentar la agricultura orgánica, mejorar el bienestar animal y revertir la pérdida de biodiversidad”, señala expresamente el documento F2F.
En concreto, lo que propone la estrategia F2F es reducir o eliminar la utilización de pesticidas que pueden afectar a poblaciones de animales (insecticidas que perjudican a las abejas, por ejemplo) y achicar en otros agroquímicos los Límites Máximos de Residuos (LMR).
Según Adrián Poletti, propietario de la plataforma Agtrace que permite hacer trazabilidad de 11 cultivos que gran parte se exportan al Viejo Continente, lo que hizo la Unión Europea fue establecer un promedio del uso de diferentes principios activos entre 2005 y 2017, y disponer que a esa cifra hay que reducirla un 50 por ciento para 2030.
Un tema importante es que, en principio, esta disposición regía solo para los productores europeos, pero en julio pasado la UE emitió una comunicación en la que les avisan a sus países proveedores que comenzarán a aplicarles estas mismas exigencias.
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Impacto local
Se trata de un dato no menor para Argentina: los países europeos representaron en el primer semestre el 11,4 por ciento de las exportaciones, que sumaron 3.122 millones de dólares, según datos del Indec. Y el grueso de ese comercio exterior son alimentos.
“La realidad es que para poder vender a Europa habrá que adaptarse a las nuevas normativas: en principio, no dejarían entrar o podría enfrentar algunas trabas aquel que no demuestre que produjo en las mismas condiciones que los granjeros europeos”, menciona Poletti.
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Un aspecto importante en este contexto es que Agtrace es un programa diseñado precisamente para certificar la trazabilidad de los alimentos.
El software tiene cargados los LMR de los cultivos que compra la UE y emite alertas si, en algún caso, la mercadería que se pretende enviar no cumple con los estándares permitidos.
Del mismo modo, no solo es predictivo, sino también preventivo: el productor puede calcular desde Agtrace cómo debe generar sus alimentos para que Europa permita su ingreso.
“Es algo que hay que hacer sí o sí, y no hay que demorarse. Hay un insecticida que acá se usa muchísimo y le bajaron cinco veces los LMR, de 0,05 partes por millón a 0,01. Ya no están midiendo solo el impacto que puede tener una aplicación para un humano, sino en todo el ambiente; por ejemplo, en las abejas y otros polinizadores”, ejemplifica Poletti.