En la Unidad Penitenciaria N° 1, del Servicio Penitenciario de Río Grande, 12 internos trabajan en la huerta comunitaria que funciona en la institución. Con el acompañamiento del ProHuerta, una política pública del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (MDS) y del INTA, se enfocan en mejorar el desarrollo de los cultivos, incorporar nuevos conocimientos, optimizar los recursos e incorporar hábitos de alimentación saludable y nutritiva.
“La huerta comunitaria del penal comenzó en 2005, gracias a un proyecto que impulsaron los mismos agentes penitenciarios que trabajaban en la parte externa de la unidad, en la sección de los talleres”, recordó Susana Aressi, referente del programa ProHuerta de la Agencia de Extensión Rural Río Grande del INTA, quien agregó: “Gracias al interés de los internos y de los directivos de la Unidad Penitenciaria, el proyecto se consolidó y el invernadero, además de servir para el cultivo de las verduras y frutas, se destina a la realización de talleres de capacitación”.
El proyecto comenzó con un invernadero chiquito, de dos metros de ancho por tres de largo. En la actualidad, al invernadero original, que hoy se destina para hacer almácigos, se le suma otro que tiene 20 metros de ancho por 50 de largo y que se utiliza para la producción de los cultivos.
“El invernadero está todo cercado y ambientado para la producción de cultivos. Hay microtúneles con frutilla, siembran ajos en camellones y hasta tienen un bosque frutal con berrys”, detalló Aressi y añadió: “Es un proyecto que todo el tiempo está en crecimiento. Recientemente incorporaron un plantel con 20 gallinas negra INTA”.
Sin embargo, el objetivo del Programa no es solo que sumen nuevos conocimientos para cuidar la huerta, sino que puedan incorporar hábitos de alimentación más saludable y nutritiva. Por esto, Aressi junto con Ariel Toledo, chef internacional y promotor del ProHuerta, impulsa el proyecto Cocinas en Entes Penitenciarios (COSEP).
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“La propuesta busca generar cambios de hábitos y promover una mejora en la calidad de vida a internos que muy pronto se reinsertarán a sus núcleos familiares y a la comunidad”, expresó Toledo quien señaló que, hasta ahora, una docena de internos participaron de los talleres que ponen el foco en la utilización de frutas y hortalizas frescas y de calidad.
“Es primordial la incorporación de frutas y hortalizas variadas en sus dietas diarias”, indicó Toledo quien reconoció que, muchas veces, “la diversidad de productos es insipiente y, por eso, se comenzó a trabajar en la variedad de productos, tanto hortícolas como frutales, con la posibilidad de proponer el complemento de granja con la incorporación de proteínas”.
La propuesta de los talleres sobre alimentación saludable fue realizada junto con la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), la Obra Social de Personal Rural y Estibadores (OSPRERA) y el Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Estibadores (RENATRE).
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Diversidad de colores y sabores
Entre leguminosas, hortalizas de raíz y hortalizas de hoja, los internos cultivan más de 20 tipos de verduras. Sin embargo, no todos saben cómo prepararlas o incorporarlas en un plato de comida, mediante una receta sabrosa.
“¿Para qué producimos achicoria y rabanitos si no los vamos a consumir?” Recordó Aressi que planteaban los internos. “Y este fue uno de los disparadores de los talleres sobre alimentación saludable que articulamos con el chef Ariel Toledo, pensados para incorporar absolutamente todos los nutrientes, las vitaminas y los minerales dentro de la dieta”, indicó.
“Había una grieta marcada entre la cantidad de verduras y hortalizas que producían y las que consumían, que estaban limitadas a determinadas variedades”, aseguró la técnica del INTA y afirmó: “Es importantísimo este trabajo porque se nota mucho el cambio de hábitos alimenticios de los que participan en los talleres. Además, vemos como incorporaron prácticas de la limpieza para la manipulación de alimentos y el complemento del trabajo en equipo”.
Fuente: INTA Informa