El proyecto de Presupuesto recientemente presentado expuso las proyecciones económicas del gobierno para este año y los siguientes. Un informa de la Bolsa de Comercio de Córdoba analiza el contexto económico y se pregunta ¿Cuán creíble es el Presupuesto 2021?
Luego de una caída esperada de 12,1% de la actividad para 2020, en línea con las estimaciones privadas, la economía crecería 5,5% en 2021 y se encaminaría a retornar recién en 2023 a los niveles de actividad previos a la pandemia.
Por el lado de las cuentas públicas, para 2021 se espera un salto de la presión tributaria y una caída del gasto de 1 y 4 puntos porcentuales del PBI, respectivamente, que llevarán el déficit primario a 4,2% del PBI y el financiero, incluyendo pagos de deuda, a 5,7% del producto. Por su parte el tipo de cambio nominal aumentaría un 25,8% el año entrante, quedando rezagado respecto a una inflación proyectada de 29% para el 2021.
Dos lecturas pueden hacerse: por un lado, es positivo que se apunte a la reducción del déficit, eliminando gran parte de los gastos para atenuar los efectos económicos y sanitarios del COVID-19; pero, por otro lado, ciertos supuestos como los de inflación y tipo de cambio resultan sobre optimistas en un contexto de elevada incertidumbre, en un marco de políticas erráticas tomadas por el mismo gobierno. Ante esto, surgen dudas respecto a la efectividad del presupuesto, como instrumento creíble sobre el programa de políticas públicas para el año próximo.
En ese sentido, las últimas medidas para frenar la demanda de dólares y detener el drenaje de reservas, ante las fuertes ventas de dólares del Banco Central para sostener el tipo de cambio oficial y evitar traslados a los precios, son reflejo de la baja efectividad de las políticas del gobierno para transmitir confianza.
En cuanto al tipo de cambio minorista, se introdujo un anticipo de 35% a cuenta del impuesto a las ganancias y bienes personales, lo que encarece su cotización en 27%, a la vez que se aumentaron las restricciones para acceder al cupo de 200 dólares mensuales.
Por su parte, las empresas que deben comprar dólares para pagar obligaciones, ahora podrán obtener del Banco Central sólo el 40% del monto de la deuda, para cifras superiores a 1 millón de dólares mensuales, debiendo refinanciar el resto bajo el riesgo de entrar en incumplimientos.
Si bien estas medidas se enfocan en detener la pérdida de reservas, al mismo tiempo conllevan un fuerte desincentivo a generarlas. En efecto, el comercio exterior se ve muy afectado, ya que se entorpece la operatoria financiera y logística, se encarecen costos y, con un dólar oficial que se percibe atrasado, la rentabilidad de las exportaciones es cada vez menor. En definitiva, todas estas regulaciones cambiarias y financieras logran cierto alivio en el corto plazo, pero generan más distorsiones a futuro y agravan los mismos problemas que en un principio tratan de solucionar.
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Los controles de precios y el cepo no detienen la aceleración de la inflación
En agosto aumentó la inflación minorista a 2,7%, destacándose el fuerte incremento del rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas en 3,5%; por su parte, los precios mayoristas aumentaron en 4,1% y si bien el aumento del costo de construcción fue menor (2,5%), la dinámica de sus componentes fue muy dispar, ya que mientras el costo de la mano de obra permaneció casi sin cambios, el costo de los materiales concluyó con un alza de 5,5%.
Aún con fuertes controles de precios y tarifas congeladas, el exceso de pesos resultante de la fuerte emisión monetaria de los últimos meses estaría contribuyendo a la aceleración de la inflación. Esto a su vez explica la obsesión de las autoridades por controlar el tipo de cambio oficial para evitar desbordes, aun a costas de generar mayores distorsiones que no hacen más que profundizar las expectativas de depreciación del peso.