Hace décadas, el agronegocio forestal avanza en la provincia de Misiones. Las familias de la organización campesina Productores Independientes de Piray (PIP) advirtieron que las forestaciones causaban problemas de salud y ambientales, y luego de una década de reclamos consiguieron que la provincia les otorgara 600 hectáreas expropiadas a la principal multinacional forestal. En 2017, recibieron las primeras 166 ha y decidieron implementar la agroecología. Diversos estudios de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) relevaron aspectos ecológico-productivos de la transición agroecológica y determinaron que en apenas dos años, PIP incorporó biodiversidad, recuperó ecosistemas nativos, conservó cuerpos de agua y produjo diversos cultivos sin usar agroquímicos.
“Las familias de la organización campesina Productores Independientes de Piray vivían rodeadas de plantaciones de pino y eucalipto de la principal multinacional forestal de la región. Esta situación les causaba problemas, ya que, por ejemplo, el polen de los árboles contaminaba el aire y les provocaba complicaciones respiratorias, y el uso de agroquímicos en las forestaciones afectaba la calidad del agua de la zona. Además, el contexto les hacía imposible tener sus propios cultivos”, contó María Eugenia Biggeri, docente de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos y de la materia Agroecosistemas Campesinos de la FAUBA.
Además, agregó que durante más de 10 años, la organización PIP reclamó que se cumpliera el derecho a tener un ambiente sano y también pidió tierras para producir alimentos y mejorar las economías locales. “Finalmente, la provincia le expropió 600 ha de tierras a la empresa forestal, y en 2017 le otorgó 166 ha a la organización. Una vez que PIP tuvo la posesión de las tierras comenzó a producir hortalizas de forma agroecológica y, además, a cuidar los arroyos, los suelos y la diversidad del monte nativo. Desde la FAUBA acompañamos y analizamos esta transición ecológica productiva”.
Por su parte, Damián Vega, docente la cátedra de Fitopatología y de la materia Agroecosistemas Campesinos de la FAUBA, señaló que las familias campesinas llevaron adelante cambios muy profundos en apenas dos años. “Transformaron las 166 ha de monocultivo forestal en agroecosistemas diversificados para producir alimentos. Cada familia recibió una hectárea y cultivó múltiples especies sin usar agroquímicos. A grandes rasgos, los y las productoras de Piray mejoraron la base de recursos naturales, recuperaron zonas de selva nativa y favorecieron el cuidado del ambiente. A su vez, hicieron más heterogéneo el paisaje”. Los avances de esta investigación se presentaron en el VIII Congreso Latinoamericano de Agroecología que organiza la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología.
Vega resaltó que la organización destinó casi 20 hectáreas a preservar bañados y vertientes, y que dejaron más de 130 metros de bordes de vegetación natural por cada hectárea productiva para incorporar biodiversidad a los agroecosistemas. “En los bordes que relevamos contamos al menos 126 especies vegetales. Además, las familias están incorporando especies nativas de árboles”.
Por otro lado, Biggeri destacó que la producción agroecológica familiar mejoró las propiedades de los suelos de la zona. “Comparamos el suelo de un lote que tuvo 70 años de monocultivo de pinos con el de una chacra familiar. El suelo de la chacra mostró un mejor estado de ‘salud’. Entre otras propiedades, presentó una mayor estabilidad estructural y una menor compactación. Esto brinda un ambiente más propicio para el desarrollo de raíces y de microorganismos, y facilita que el agua infiltre más fácil, un aspecto clave en esta zona donde llueve muchísimo”.
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Luces en la sombra del monocultivo
María Eugenia explicó que una parte esencial de sus investigaciones es entrevistar a las familias productoras acerca de los manejos productivos que realizan, y reflexionar en conjunto sobre los resultados de los relevamientos. “Los miembros de la organización de Puerto Piray conocen en profundidad las prácticas necesarias para llevar adelante la agroecología”.
Asimismo, Damián afirmó que el equipo de Agroecosistemas Campesinos quiere abordar la forma en que la organización maneja los recursos naturales por medio de acciones colectivas. “Estamos relevando cómo PIP organiza el trabajo cooperativo y cómo distribuyó la tierra. Las 166 hectáreas recuperadas son de propiedad comunitaria y, por medio de asambleas, la comunidad resolvió cómo usarlas. Por un lado, decidió destinar tierras al uso familiar y a conservar ambientes naturales, y por otro lado, se asignó una gran parte de la tierra al uso cooperativo. En las mismas asambleas deciden qué cultivar y cómo comercializar la producción”.
Por último, el investigador reflexionó: “La experiencia de Puerto Piray tiene relevancia a nivel nacional y latinoamerciano. La transición que viene haciendo la organización involucra modificar la forma de producir, de organizar el trabajo, de comercializar y de distribuir la tierra. Representa un ejemplo de cómo se puede democratizar el acceso a la tierra, un aspecto clave para la vida social rural y para la producción de alimentos. Por eso, desde la FAUBA, y particularmente desde la materia Agroecosistemas Campesinos, queremos continuar estudiando y difundiendo las prácticas de la organización”.
Fuente: Sobre la Tierra- por Sebastián Tamashiro