El cultivo de maní se suele asociar de manera errónea a condiciones de erosión en los suelos, pero la realidad es que –como ocurre con cualquier producción agrícola– estos problemas suelen aparecer cuando no se ejecutan buenas prácticas agronómicas.
Por el contrario, respetando condiciones de manejo, como por ejemplo que se incluya en la rotación cada cuatro años, es un grano que garantiza sustentabilidad ambiental.
Desde la Cámara Argentina del Maní (CAM) recordaron que se implanta con laboreo mínimo o siembra directa en el caso de que el cultivo antecesor lo permita; es decir, no genera una alteración de la estructura del suelo diferente a la que provocan otros cultivos.
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Y un factor clave es que esté integrado dentro de un plan de largo plazo, pensando en coberturas permanentes para evitar las voladuras de los suelos.
El arrancado es una práctica inherente al maní: no existe otra forma de cosecharlo. Por eso, el sembrado inmediato de un cultivo de cobertura posterior a este momento es esencial.