La imagen del excéntrico doctor Brown cargando el tanque de su cupé ochentosa con restos de comida del tacho de basura parecía una de las más desopilantes de la película Volver al Futuro. Treinta años después, la generación de energía a partir de residuos es una posibilidad concreta, aunque poco aprovechada en la Argentina.
Según un reciente sondeo del INTI, el 80% de los biodigestores instalados en el país se utilizan para el tratamiento de efluentes y no se aprovecha la posibilidad de generar biogás.
Una de las iniciativas a mayor escala para lograr este aprovechamiento se encuentra en el pueblo cordobés Huinca Renancó, de 10.000 habitantes. Se trata de una planta de tratamiento con capacidad para procesar por día 30 toneladas de residuos urbanos, bastante más de lo que el pueblo genera por día. El proyecto fue llevado adelante por el Grupo IFES, un emprendimiento surgido en la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) en 2011. "Empezamos con un trabajo de investigación que se convirtió en Tesis y después en negocio", cuenta el ingeniero agrónomo Guido Casanovas, uno de los fundadores junto a sus compañeros Fernando Reymundo y Francisco Della Vecchia.
El sistema funciona en varios pasos: primero, una máquina recibe la basura, separa los plásticos, cartones y otros residuos inorgánicos, y traslada los orgánicos a una cámara de pre mezcla. De ahí pasan al biodigestor donde se genera el biogás. Finalmente, un transformador convierte el biogás en electricidad que es subida a la red por la cooperativa eléctrica local. Del proyecto también participaron la Federación de Cooperativas agropecuarias y agroalimentarias (Fecofe) y el ministerio de Agroindustria, que financió gran parte de los u$s 2,25 millones invertidos en su concreción. La planta está terminada y sólo falta la instalación eléctrica, que cuando esté operativa generará 120 kwh (kilowatts) por hora y puede llegar a los 400 kwh si se procesan residuos de otros once municipios cercanos.
En tanto, la mayoría de los biodigestores en establecimientos agroindustriales están instalados en la provincia de Santa Fe, seguida por Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Corrientes, según el mapa de situación que trazó el INTI. "Si se aprovechara el biogás desperdiciado se podrían generar más de 4.200 garrafas.equivalentes al consumo mensual de 420 hogares", puntualiza el trabajo.
La mayoría de las industrias alimenticias, de bebidas, frigoríficos, tambos, feedlots, y otros establecimientos agropecuarios tienen biodigestores para tratar sus efluentes, "pero no terminan el ciclo para obtener biofertilizantes para el suelo; y biogás para generar calor, electricidad o combustible para vehículos", explica el ingeniero Agustín Piccoletti, del grupo de Energías Renovables del INTI. "Hay falta de conocimiento y falta de incentivos para invertir", apunta el especialista. "Los proyectos son a medida y más caros que otras energías renovables. Por cada MW instalado de biogás se requieren u$s 1 a 6 millones, mientras que para un MW de eólica u$s 800.000. Para un feedlot o tambo con 2.000 cabezas de ganado, la inversión necesaria ronda los u$s 500 mil".
No obstante, la producción de biogás reduce la contaminación por basura; evita la emisión de gases de invernadero; reemplaza los fertilizantes sintéticos; y promueve el empleo local. La nueva Ley de Energías Renovables, que establece a partir de este año la obligación para grandes usuarios de cubrir un 8% de su consumo energético a partir de fuentes limpias, "impulsará este tipo de proyectos", evalúa Piccoletti. "Pero también se deben actualizar las normativas, para permitir a los establecimientos volcar a la red la energía que no consumen, algo que no todas las provincias contemplan".
En tanto, la categoría "Biogás y Biomasa" (otra energía renovable obtenida a partir de desechos agrícolas, forestales o estiércol), no cubrió el cupo asignado en la licitación del Programa Renov.Ar, lanzada a mediados de 2016. De los 65 Mw licitados para biomasa, se presentaron proyectos por 44.6 Mw; y de los 15 Mw para biogás, sólo hubo ofertas por 8.4 Mw. Por eso desde la cartera energética y la de Agroindustria, se analiza lanzar una licitación con condiciones específicas o abrir una ventanilla permanente para proyectos.