Las ventas de supermercados, una de las pocas ramas del sector terciario que venía presentando un buen desempeño durante la crisis sanitaria por el COVID-19, tuvieron en junio una caída interanual real de 1,5%, indica la Bolsa de Comercio de Córdoba.
Estos datos muestran que la caída en los ingresos de la población y la inestabilidad macroeconómica están afectando el consumo masivo, lo que, al tener una composición mayoritaria de bienes esenciales, es una alarma más respecto al deterioro de los indicadores sociales.
La pandemia también generó cambios en los patrones de consumo, con un significativo aumento de las compras online y un mayor uso de las tarjetas de crédito; esto resulta esperable ante los menores ingresos de las familias y las favorables condiciones para su utilización, inducidas por las recientes políticas del gobierno para contrarrestar la crisis económica.
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Algo sorprendente es que, a diferencia del consumo masivo, las ventas de bienes durables aumentaron en junio un 2,6% interanual en términos reales. Si bien la flexibilización de actividades podría explicar este rebote, este también estaría ligado a un aumento de la demanda por parte de segmentos de la población con excesos de liquidez.
En efecto, ante las poco atractivas opciones de ahorro en pesos, con tasas de interés reales negativas, y la limitada oportunidad de acceso a dólares, dadas las fuertes restricciones cambiarias, la demanda de bienes durables aumenta temporariamente como una forma de protección ante una inflación que se espera en alza.
Finalmente, los centros de compras sufrieron una disminución de casi 90% en sus ventas a precios constantes respecto al junio de 2019, principalmente por las restricciones a su apertura ante la situación sanitaria y porque gran parte de su demanda se concentra en consumo no esencial y no durable, los segmentos más afectados por la pandemia.
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El superávit comercial no alcanza para evitar el deterioro de las cuentas externas
Luego de la recuperación de junio, en julio tanto las exportaciones como las importaciones volvieron a los bajos niveles exhibidos en los primeros meses del COVID-19 en Argentina. Mientras que las exportaciones cayeron un 16,3% respecto a julio de 2019 y 0,8% respecto a junio, las importaciones lo hicieron en 30,1% en la comparación interanual y 1,2% mensual. En consecuencia, ante esta mayor caída de las importaciones que de las exportaciones, se alcanzó un superávit comercial de 1.476 millones de dólares.
A pesar de esto, se continúa evidenciando un drenaje de las reservas internacionales del Banco Central. Si bien los cada vez mayores controles en el mercado externo y el mercado cambiario ayudan a sostener de forma artificial parte del superávit comercial, este se termina erosionando y resulta insuficiente frente a la fuerte de demanda de divisas.
Una de las formas en que se manifiesta la creciente demanda de dólares es a través de las compras del “dólar ahorro”, con el agravante de que, en gran medida, son activos que se retiran del sistema y terminan vendiéndose en el mercado informal, aprovechando la elevada brecha cambiaria. En efecto, ni el límite de 200 dólares mensuales ni el impuesto país del 30% detienen la creciente cantidad de compradores de dólares, que ya representa cerca del 10% de la población. Esto, sumado a la demanda por importadores y privados que requieren pagar deudas en moneda extranjera, ha forzado al Banco Central a vender más de 1.400 millones de dólares desde comienzos de julio para sostener el tipo de cambio oficial.