Con el objetivo de brindar información relevante y necesaria para producir e incorporar productos en mercados internacionales cada vez más exigentes, investigadores de la Argentina, Perú y España midieron la huella de carbono (HC) en establecimientos ganaderos dedicados a la producción de carne de cordero y de lana. Además de reportar variaciones en los aportes de estos rubros, determinaron que entre el 75 y el 90 % de las contribuciones son generadas por la producción primaria.
De acuerdo con los resultados obtenidos en el estudio, y publicados recientemente en la revista científica Sustainability, a escala regional la huella de carbono total de cordero y lana, que incluye las emisiones producidas en los establecimientos ganaderos, el transporte y el procesamiento industrial, se incrementó de 10,64 a 41,32 kg de CO2-eq/kg para carne de cordero (carcasa) y de 7,83 a 18,70 de kg CO2-eq/kg para lana lavada y peinada.
“Es la primera vez que un estudio brinda la huella de carbono de la producción de cordero y lana en la Patagonia, medida a nivel de establecimientos ganaderos y a escala regional, donde se incluyen los principales tipos de ecosistemas encontrados en los pastizales patagónicos”, destacó Pablo Peri, investigador de la Estación Experimental Agropecuaria Santa Cruz del INTA y de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) – CONICET.
Según Peri, la relación entre “el ganado rumiante y el cambio climático son una preocupación debido a su contribución a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero”. Frente a lo cual resulta “necesario conocer la contribución que hace la producción primaria a los fines de poder evaluarla y adoptar medidas mitigación”, apuntó.
Los 63 establecimientos ganaderos de la provincia de Santa Cruz seleccionados para el estudio están dedicados a la producción extensiva de ovejas, principalmente la raza Corriedale, y fueron integrados en un sistema de información geográfica. Representaron del 75 al 90 % de las contribuciones, seguido del procesamiento en la industria del 2 al 15 % y las del transporte a la industria oscilaron entre un 3 y 15 %, dependiendo de la distancia de las instalaciones de procesamiento. Mientras que los valores más bajos de HC se dieron en los pastizales más productivos.
Para evaluar completamente los efectos positivos y negativos de las estrategias de mitigación sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en las cadenas de producción, se utilizaron evaluaciones de ciclo de vida (ECV) para dar cuenta de todos los GEI emitidos desde todas las etapas de la producción ovina.
Las emisiones GEI, expresados como equivalentes de dióxido de carbono (CO2-eq) emitidos durante la producción de un producto dado se denomina su huella de carbono (HC) y “permite dar a los productores y consumidores una idea de su contribución al calentamiento global”, señaló Peri.
Sin embargo, la huella de carbono es una faceta de la evaluación del ciclo de vida (ECV) que se enfoca en la emisión de gases de efecto invernadero para un solo producto. El ECV no solo se refiere a productos materiales, como carne o lana, sino también aspectos como los servicios ecosistémicos y la conservación de la biodiversidad del paisaje, “lo cual queda pendiente de evaluar”, señaló Peri.
“La gestión exitosa de las emisiones de GEI del ganado es un desafío importante para la comunidad científica, el sector comercial y los responsables de definir las políticas”, dijo Peri.
Los resultados de la HC para la producción de cordero y lana del trabajo presentado “ayudan a caracterizar el perfil de emisiones de gases de efecto invernadero de los productos ganaderos en la Patagonia Austral al proporcionar una línea de base para planificar acciones de mitigación”, puntualizó Peri y agregó: “La huella de carbono se perfila como un factor determinante para las transacciones de productos ovinos entre países”.
Según señalan los investigadores, la evidencia disponible indica que el etiquetado de HC en la agricultura es una realidad emergente y muchos consumidores evaluados a través de encuestas en los Estados Unidos y la Unión Europea (aproximadamente el 65 %) estaban dispuestos a considerar a la HC de un producto al tomar sus decisiones de compra.