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La Fundación Producir Conservando expuso "Los desafíos de la agroindustria para recuperar competitividad"

“La  cadena agroindustrial  argentina  se encuentra en una encrucijada parecida a la de los inversores que quieren venir al país,  ya que si se ratifica un  cambio de rumbo en algunas áreas claves para mejorar nuestra competitividad, las oportunidades que nos brinda la macro global nos permitirá desplegar...

“La  cadena agroindustrial  argentina  se encuentra en una encrucijada parecida a la de los inversores que quieren venir al país,  ya que si se ratifica un  cambio de rumbo en algunas áreas claves para mejorar nuestra competitividad, las oportunidades que nos brinda la macro global nos permitirá desplegar todo el potencial para competir con el mundo,  y aportar las divisas necesarias para consolidar el crecimiento de la Argentina, basado en un país más inclusivo  con una reducción drástica en nuestro nivel de pobreza para lograr ser un país  sustentable ”, aseguró Gastón Bourdieu, presidente de la Fundación Producir Conservado, al cierre del XXVI Seminario de la misma. Explicó que si bien en un principio se tomaron medidas que eran urgentes y necesarias para reactivar el sector, como fueron la quita de las retenciones al maíz y otros productos y baja a las de soja; aún tenemos  los argentinos grandes desafíos  y esfuerzos por realizar en otras áreas estratégicas que también requieren soluciones de fondo, sin las cuales, ni el sector ni el país van a lograr el tan esperado despegue ni la llegada de inversiones que permitan mejorar la calidad de vida de toso los argentinos.

De los varios factores que ponen en jaque a la competitividad del sector, el elevado ¨Costo Argentino¨ compuesto por una deficiente infraestructura a todos los niveles, la elevada presión tributaria, la falta de estrategia de comercio exterior y la amenaza internacional sobre temas de sustentabilidad, fueron mencionados como las grandes áreas que requieren una mirada urgente.

Al referirse al problema impositivo, Juan Llach destacó el proyecto de Reforma Impositiva presentada por la Fundación Producir Conservando en Septiembre de 2017 y la buena aceptación que la misma tuvo por parte del gobierno. Llach advirtió que “ningún país comparable con la Argentina tiene un sistema impositivo tan contrario como el nuestro a la inversión, al desarrollo y al progreso social; por eso hay que celebrar la decisión del gobierno de avanzar con una reforma tributaria”. Señaló que son cuatro los problemas principales del actual sistema tributario: excesiva presión impositiva, alta evasión, carga tributaria contraria a la inversión y a la competitividad y, finalmente la baja recaudación y mala calidad de los impuestos progresivos.

De hecho, la presión tributaria en la Argentina (Nación, provincias y municipios) se ubica en el puesto 37 entre 114 países, y el gasto público (casi 42% del PBI) es sólo inferior a 21 de esos 114 países; superando en ambos casos al promedio de los países desarrollados. “Son un lujo que como argentinos pagamos muy caro, ya que su precio es el retraso, la pobreza estructural y una creciente desigualdad”, lamentó Llach.

Al mismo tiempo, hizo referencia a la alta evasión, ya que se evaden casi la mitad de las cargas correspondientes al impuesto a las ganancias y un tercio de los impuestos al trabajo. En este sentido dijo que “si el cumplimiento tributario fuera aquí como en Chile, se podrían eliminar todos los malos impuestos, anular el déficit fiscal y dejar así de endeudarnos”.

Pero Llach prestó especial atención a lo que calificó como “el síndrome anti-desarrollo”, entendiendo por el mismo al agravamiento en la última década de los impuestos distorsivos, que castigan la eficiencia, la inversión, y la competitividad. Para entender la dimensión de los mismos, explicó que el peso en la Argentina es mucho mayor al que tienen en otros países. Mientras que en nuestro país representan el 11% del PBI, en Chile y Uruguay son menos del 1% y el 0,6% en los países desarrollados.

Finalmente se referió a la baja incidencia y mala calidad de los impuestos progresivos, que hacen que en conjunto se recauden 200.000 millones de pesos menos que nuestros vecinos.

Frente a este escenario, la Fundacion presentó el año pasado una propuesta de Reforma Triburariaenfocada en atacar a fondo los impuestos distorsivos reduciendo el impuesto inflacionario, tomando como pago a cuenta de ganancias el gravamen a los créditos y débitos bancarios, saneando el IVA de la acumulación permanente de saldos técnicos y otras distorsiones –no sólo las originadas en la inversión- y, en fin, reemplazando ingresos brutos de las provincias y gravámenes similares de los municipios por un impuesto a las ventas finales de consumo y mayor recaudación del inmobiliario –en este último punto, ya avanzan Córdoba y ambas Buenos Aires.

Analizando la competitividad Agrícola, Gustavo López comentó el desarrollo de la Agricultura Argentina de los últimos años y su participación en las exportaciones del País.  Planteó también los cambios que vienen en cuanto a los nuevos oferentes del Mercado Internacional. Países como Rusia, Ucrania y Kazakjstan son nuevos actores que volcarán importantes volúmenes al comercio internacional en los próximos años, sumados a un Brasil cada vez más importante. López mencionó como grandes limitantes a nuestro crecimiento, el alto ¨costo argentino¨ que implica no solo la elevada presión tributaria sino los problemas de logística, transporte, almacenamiento que reducen fuertemente la competitividad de nuestra agricultura. A ello se suma la dificultad de colocar nuestros productos en un mercado Mundial que se cierra y pone de alguna forma barreras al comercio.

Por su parte Marcelo Regunaga señaló que en materia de comercio exterior, “la Argentina es uno de los países más cerrados del mundo, lo que se traduce en un desempeño exportador limitado y muy inferior al potencial; y esto genera crisis periódicas en la balanza comercial, bajo crecimiento de largo plazo, deterioro de la calidad de vida frente a otros países similares y en definitiva perdida de la competitividad global”. Regunaga señaló que tanto la Argentina como el Mercosur estuvieron prácticamente ausentes de las negociaciones comerciales con mercados importantes, y que apenas se hicieron acuerdos parciales con India y Méjico. En el caso particular de nuestro país “no se concretaron en la última década la agenda de negociaciones de Tratados de Libre Comercio (TLCs) iniciados en los 90, lo que implica que enfrentemos mayores barreras comerciales en mercados relevantes, se planteen mayores exigencias, y que en definitiva el comercio exterior no pueda contribuir al crecimiento económico y al empleo de acuerdo a su potencial”. Frente a este diagnóstico, de la mano de Regunaga la FPC propone que “la Argentina inicie un proceso de negociaciones comerciales ambicioso, similar al de algunos de nuestros vecinos como Chile, e incluso Australia, entre otros”. Sostuvo que es necesario definir una agenda de negociaciones tanto con los principales mercados, así como con aquellos de menor desarrollo relativo que también brindan oportunidades de exportación interesantes y más fáciles de lograr. Recomendó que esta agenda sea parte de una nueva estrategia de crecimiento, basada en el comercio exterior para todos los sectores relevantes de la economía (no solo los agroindustriales) integrándolos a las cadenas globales de valor, y explicó que para ello resulta imprescindible contar con una agencia sustantiva de promoción del comercio exterior y con políticas macroeconómicas que aseguren la estabilidad de precios y del tipo de cambio.

Finalmente, Ernesto Viglizzo y Marcelo Regunaga advirtieron que “la Argentina debe contar con una estrategia para hacer frente a la creciente presión de la comunidad global para implementar sistemas de trazabilidad ambiental en el sector agropecuario, donde la certificación ambiental pasa a ser un destino inevitable para evitar el cierre de algunos mercados internacionales y/o lograr la apertura de otros”. En este sentido señalaron que la clave para los países productores de alimentos, como la Argentina, es no limitarse al sólo análisis de las emisiones, sino que hay que contemplar un balance total. Para eso, “tenemos hoy instrumentos técnicos para evaluar el comportamiento ambiental de nuestros sistemas de producción a través de una colección de indicadores de sustentabilidad, que reflejan el grado de seguridad o riesgo de distintos procesos productivos y los mismos demuestran que la huella de carbono y la huella hídrica de nuestros productos de exportación son insignificantes en un contexto global”.

Brasil y Argentina, definen el balance final de carbono para la región del MERCOSUR. En términos relativos, Argentina es el país que presenta en sus tierras de pastoreo el balance de carbono más favorable.  Es por esta razón que “imponer sanciones o restricciones a nuestro sector agro alimentario por su huella de carbono y su huella hídrica sería insensato ya que las mismas no alteran la ecuación global de emisiones GEI y de uso del agua”, explicaron. Más aún, las exportaciones agropecuarias Argentina, al exportar agua y carbono, ayudan por simple sustitución a reconstituir los stocks de carbono y agua en países que degradaron esos recursos a través de décadas, como ocurre con China.
En este sentido advirtieron que tanto la imposición de barreras comerciales como el proteccionismo dificultan la “transferencia de sustentabilidad ecológica y ambiental” desde países con buenos estándares de gestión ambiental como la Argentina, hacia países que perdieron sus patrones de sustentabilidad. Los autores concluyeron que “es necesario revisar los esquemas proteccionistas y de barreras no arancelarias que existen en la actualidad, y para ello, la Argentina debe dar un nuevo enfoque a las negociaciones comerciales y ambientales en los principales foros internacionales”.