Un nuevo escándalo de corrupción en las máximas esferas del poder brasileño que se dio a conocer el miércoles sacudió la política paulista y se llevó puestos a los mercados, con la noticia que el presidente brasileño Temer estaría involucrado en un ilícito en el marco de la causa conocida como Lava Jato.
En una sola jornada, el real brasileño llegó a depreciarse cerca de un 8%, la mayor caída en un día desde la letal Crisis del Real de 1999 (que, a la postre, dio en su momento un golpe letal al Plan de Convertibilidad argentino). En tanto, la operatoria en la bolsa brasilera se detuvo al activarse automáticamente el “circuit braker” cuando el Bovespa cayó un 10%, mientras que la multinacional insignia, Petrobras, perdió el 17% de su valor en 24 horas.
Es posible que los movimientos descriptos así como los que posiblemente se vean en el corto plazo tengan algo de “overshooting”, o sobre-reacción, y que si las fichas en lo político se acomodan con rapidez no se vean afectados los fundamentos de la reactivación brasileña en el largo plazo. Sin embargo, si ubicamos el presente suceso en el marco de una crisis política que comenzó hace ya más de un año e incluyó acusaciones de corrupción de un lado y de golpe civil desde el otro, preocupa que esta grave crisis institucional aún esté lejos de ser resulta, entorpeciendo la incipiente reactivación de nuestro vecino país.
¿En qué afecta esto a la Argentina?
Es de suponer que una crisis de nuestro principal socio comercial no pasará inadvertida para la aún trastabillante economía local. Brasil es el destino del 20% de nuestras exportaciones, por lo que si a consecuencia de los sombríos pronósticos el público carioca compra menos bienes (incluidos bienes extranjeros), fuerte será la estocada sobre nuestras ventas al exterior (y por ende, sobre la entrada “genuina” de divisas).
El mercado ha comenzado a descontar el impacto, y el dólar también se apreció en Argentina casi un 2,5% durante la álgida jornada del jueves. La evolución de la depreciación de nuestra moneda local en relación de la que muestre el real brasileño será unas de las variables claves a monitorear en las semanas venideras. Hoy, el índice del tipo de cambio real entre el peso y el real que elabora el Banco Central se encuentra en su nivel más bajo desde mediados del año pasado, ilustrando la pérdida de competitividad de nuestra economía respecto a la de nuestros vecinos.
Simplificando un poco, esto en el corto plazo se traduce en que “Brasil” es más barato para Argentina que Argentina para los brasileños (ergo, menos exportaciones y más importaciones que acentuarán el déficit comercial de Argentina con la nación paulista, y un mayor drenaje de divisas por compra de servicios brasileños incluido el turismo). A largo plazo, de perdurar y/o acentuarse, puede incluso motivar la relocalización de inversiones en favor de los aglomerados cariocas. Con un arancel externo común del MERCOSUR y tarifa cero entre las fronteras de los países que lo componen, la decisión de ubicar una planta en Argentina o en Brasil se define, fundamentalmente, por los precios relativos de los factores de producción, fuertemente correlacionados con los vaivenes cambiarios.
Además, si la crisis brasileña fuese percibida en el mundo como una crisis regional, la salida de fondos de las economías emergentes afectaría las cuentas externas argentinas así como daría por tierra con las expectativas del gobierno nacional que la llegada de dinero fresco del exterior sea el puntapié que necesita nuestro país para retomar un sendero de crecimiento sostenido.
¿Cuál es el impacto para el agro?
La depreciación del real, que pasó de R$ 3,10 a $ 3,40 por dólar significa, en definitiva, que por cada dólar que un importador paga por la soja brasileña, hasta el miércoles podía adquirir R$ 3.10 de soja y ahora R$ 3.40. Puede verse que, en términos nominales, es como si se hubiese abaratado el bien brasileño en relación a las monedas del resto del mundo.
La consecuencia fue clara: los precios internos de la soja subieron en Brasil disparando el aletargado farmer selling (hasta el viernes de la semana pasada los productores brasileños habían vendido la mitad de la producción 2016/17 estimada, cuando en promedio los últimos 5 años ya se había comprometido el 65% de la mercadería según Safras & Mercado). Algunos traders privados reportaron que la nación paulista habría vendido entre 3 y 5,0 millones de toneladas del poroto en una sola jornada. Esto por supuesto hace pensar que se desacelerarán las compras internacionales a Estados Unidos, por lo que el valor del futuro más cercano para la oleaginosa en Chicago perdió US$ 10/tonelada el día jueves.
En nuestro mercado local, la caída de precio externa se compensó con el mentado aumento del dólar y las ofertas abiertas se mantuvieron casi al mismo nivel que la sesión previa, sostenidas por la necesidad de originar mercadería por parte de las fábricas. Surge de aquí que los precios de los granos se sostendrán en Argentina en tanto y en cuanto la evolución real del dólar (es decir, una vez sopesado el efecto de la inflación) compense el vaivén de los granos en el mercado externo. Si Brasil se abarata en relación a Argentina, se preferirán sus colocaciones por sobre las nuestras. Aquí será fundamental la estrategia de continuar agregando valor al grano, ya que mientras los envíos externos de Brasil consisten mayormente en poroto de soja, los nuestros se centran principalmente en harina, aceite y demás derivados de su procesamiento.
Para terminar y agrandando el foco de atención, no debe descuidarse que todo lo aquí planteado se inscribe en un marco de fuertes turbulencias internacionales. El traspié político de Donald Trump frente a potenciales acusaciones de entorpecimiento de la justicia hizo a su vez que el índice del dólar respecto a las seis principales monedas del mundo cayese fuertemente, registrando su peor performance semanal en 10 meses. No es raro que, entre tanto, el oro -activo refugio de los inversores globales por excelencia- esté en camino de registrar su mayor suba en cinco semanas. A atarse los cinturones, entonces, que en el corto plazo primará la incertidumbre lo que se traduce en un fogueo de la volatilidad.