La producción y el consumo de carne de cerdo en la Argentina crecieron notablemente en los últimos 15 años, acompañados por una gran generación de estiércol en los establecimientos porcinos. Estos residuos orgánicos pueden contener metales pesados, sales en exceso y microorganismos patógenos, lo cual los convierte en fuentes potenciales de contaminación de aire, suelos y aguas. Para encontrar una forma adecuada de tratarlos, un estudio del INTA y de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en la zona núcleo de Córdoba-Buenos Aires logró convertir los residuos sólidos y líquidos de esta producción en abonos orgánicos. Los resultados preliminares como fertilizante son alentadores.
“De 2005 al presente, el consumo de carne de cerdo en la Argentina aumentó de 5 a 15 kg al año por habitante, y esto se logró incorporando mucha tecnología e intensificando la producción. Es cierto que la calidad de los cerdos subió, pero, como contrapartida, la enorme acumulación de residuos orgánicos sin una gestión correcta genera problemas de plagas —moscas, roedores, etc.— y puede ser contaminante. Por eso estudiamos cómo procesarlos para minimizar su impacto ambiental y para usarlos luego en la agricultura”, dijo Nicolás Riera, egresado de la Maestría en Ciencias del Suelo de la Escuela para Graduados de la FAUBA, bajo la dirección de Lidia Giuffré, docente de esa Facultad.
Nicolás, quien se desempeña como profesional del Laboratorio de Transformación de los Residuos (LTR-IMyZA) del INTA Castelar, comentó que el trabajo que realizó para sus estudios de posgrado consistió en analizar los residuos de los establecimientos porcinos para conocer su composición química y biológica. Su idea fue encontrar los mejores tratamientos para convertirlos en enmiendas o fertilizantes inocuos para la producción agrícola extensiva e intensiva.
“Lo primero que hicimos fue caracterizar los efluentes líquidos y los residuos sólidos del sistema de producción llamado de cama profunda, provenientes de establecimientos en confinamiento. Vimos que estos dos tipos de residuos contenían metales pesados y una alta cantidad de materia orgánica, nitratos, fósforo, nitrógeno y sodio. También presentaban una carga considerable de microorganismos patógenos y una conductividad eléctrica elevada”, afirmó Riera, y agregó que el siguiente paso fue investigar distintos métodos para estabilizar los efluentes y los residuos sólidos.
“Con los efluentes líquidos usamos un sistema llamado geofiltración, basado en la aplicación de compuestos coagulantes y floculantes, a escalas de laboratorio y piloto. Los resultados mostraron que esta tecnología es muy buena para retener sólidos y remover nutrientes. Por ejemplo, logramos retener hasta el 90% de los metales pesados cobre y zinc, el 70% del fósforo, el 85% de los sólidos suspendidos totales y casi el 100% de los organismos parásitos”, destacó.
“Por otra parte, a los residuos sólidos los compostamos a escala de laboratorio y a campo. Los datos mostraron que en 70 días se logró la higienización adecuada del material, y los ensayos en invernáculo que hicimos posteriormente en el Instituto de Floricultura-INTA Castelar demostraron que este abono es perfectamente viable si se lo aplica hasta 10-15 litros por metro cuadrado”, puntualizó el investigador.
Lagunas y camas de estiércol
Nicolás Riera le explicó a Sobre La Tierra que la producción intensiva de cerdos se realiza de distintas maneras según el tamaño de cada establecimiento. Los criaderos chicos a medianos tienen entre 1 y 100 madres y usan el mencionado sistema de cama profunda, en el que los animales se ubican dentro de un galpón, en una cama con materiales como rastrojo de trigo o viruta de madera sobre los que liberan sus excretas. Este sistema genera los residuos sólidos que el investigador compostó para evaluarlos como enmienda orgánica.
Y añadió que “los establecimientos medianos y grandes —de entre 100 y 500 madres en confinamiento— tienen un piso enrejado a través del cual el estiércol cae a una fosa donde puede permanecer varios meses. A la fosa se le agrega agua y esa solución se retira cada 3 meses, aproximadamente. El problema es que, al solubilizarse demasiado la materia orgánica, el líquido resultante es química y bacteriológicamente muy complejo de tratar. Además, a estos efluentes se los dispone en lagunas que, sin una gestión adecuada, pueden generar filtraciones hacia las napas, olores desagradables y proliferación de plagas”.
“Por suerte, muchos productores no toman esto como un problema, sino como una oportunidad. Conocen las potencialidades y las limitantes de estos abonos una vez estabilizados, e implementan planes de tratamiento como los que investigué en mi tesis. Por eso, quiero recalcar que es clave analizar los residuos para saber qué elementos y características tienen, y así aplicarlos luego como abono agrícola. De hecho, muchos productores cierran el círculo fertilizando el maíz que después usan para alimentar los cerdos”, señaló Riera.
Un círculo virtuoso
“Por lo general —comentó Nicolás a Sobre La Tierra—, los establecimientos porcinos en la Región Pampeana tienen una superficie agrícola donde el cultivo principal es el maíz; este grano representa hasta el 60% de la dieta de sus cerdos. Por eso, mi intención es ayudar a generar un círculo en el que el mismo productor estabilice los excrementos para luego aplicarlos en su establecimiento para aumentar los rindes de su maíz o bajar sus costos”.
Sin embargo, Riera fue más allá del maíz y estudió, a escala de invernáculo, el desempeño del compost estabilizado como fertilizante para flores de corte. “Por lo general, en los suelos de los invernáculos están muy trabajados y presentan una degradación física y química importante. Entonces, resulta clave agregarles enmiendas orgánicas para mejorar sus propiedades. Nuestros resultados también fueron promisorios en esta producción intensiva”.
Por último, el investigador manifestó que el grupo de trabajo en el LTR-IMyZA tiene por meta apoyar al sector productivo de una manera responsable, conociendo las ventajas y desventajas de aplicar este tipo de abonos sin perjudicar ni al ambiente ni a los productores. “Obtuvimos buenos resultados, así que ahora nos planteamos seguir profundizando en los tratamientos y en adecuar las dosis y los momentos de aplicación para no perjudicar al ambiente”.