En la Argentina, el sorgo (Sorghum bicolor) se cultiva principalmente con fines de producción de grano y forraje para alimentación animal. En Entre Ríos, la superficie sembrada durante el actual ciclo agrícola fue de 67.600 hectáreas. Del total implantado, el 34 % se destinó a consumo animal directo, incluyendo sorgos forrajeros y de doble propósito, además de lo cosechado como grano húmedo.
Durante enero, en el Laboratorio de Patología Vegetal de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Paraná, se recibieron muestras de hojas de sorgo granífero provenientes del noroeste de Entre Ríos.
A partir de análisis de rutina se reconoció, por primera vez en la provincia, la presencia de “mancha de hollín” (también conocido como “hollín”, “mancha sucia” o “mancha por Ramulispora”) causada por el hongo Ramulispora sorghi. “Recibimos unas hojas que presentaban manchas similares a las ocasionadas por el tizón foliar (Exserohilum turcicum) pero rodeadas de un marcado halo amarillo brillante”, explicó Pablo Velazquez –integrante del Departamento de Producción del INTA Paraná–.
La enfermedad está presente en las principales regiones productoras de sorgo del mundo, siendo muy común en África y Asia. En la Argentina, se mencionó en Tucumán y, en los últimos años, adquirió importancia en el Litoral, ya que se desarrolla en regiones donde las elevadas temperaturas y alta humedad relativa prevalecen durante el ciclo del cultivo.
El hongo se disemina por viento y lluvia, “sobrevive bajo la forma de esporodoquios y/o microesclerocios en el suelo, rastrojo, semilla, plantas voluntarias o guachas y malezas, entre ellas el sorgo de Alepo”, agregó Velazquez. Ambas estructuras pueden mantenerse viables por 2 años y, en las condiciones adecuadas produce abundantes conidios (inóculo primario) que darán origen a la enfermedad en el cultivo.
Los síntomas pueden aparecer desde el estado de plántula hasta la madurez y, además de las hojas, manifestarse en las vainas foliares. A simple vista, las hojas presentan lesiones alargadas, fusiformes o elípticas, de tamaño variable entre 1 y 5 centímetros por 0,3 y 1 centímetro de ancho, paralelas a las nervaduras, pero sin respetar las mismas en su desarrollo, con centro grisáceo y delimitadas por un borde castaño oscuro a rojizo, rodeadas de un marcado halo amarillo brillante, y que pueden confluir para dar lugar a importantes áreas necróticas o muertas.
“La enfermedad recibe comúnmente el nombre de “hollín” debido a la apariencia negruzca que toman las manchas una vez que se desarrollan los microesclerocios del hongo”, detalló el especialista.
Debido a que esta característica, no siempre se observa a campo. Por este motivo, Velazquez recomienda la confección de cámaras húmedas como técnica rápida y sencilla para facilitar el diagnóstico. “En caso de dudas, se aconseja enviar la muestra a un laboratorio de patología vegetal”, indicó.
A su vez, para el manejo de la enfermedad recalca la utilización de cultivares resistentes o de buen comportamiento, la rotación con cultivos no hospedantes del patógeno y la eliminación o enterrado de los restos de material vegetal afectado.
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Ergot, otra afección para estar atentos
Otra de las patologías más consultadas es la presencia del ergot, ocasionada por el hongo Claviceps africana, que está presente en Entre Ríos desde fines de la década de los 90. Produce una infección específica de la flor ya que está especializado para infectar sólo los ovarios no fecundados.
Esta enfermedad se la reconoce fácilmente a campo ya que, luego de la infección, las flores enfermas liberan gotas de un líquido pegajoso (melado o melaza) contaminando panojas, tallos y hojas, que caen al suelo, tomando al secarse una coloración blanquecina lechosa.
“La presencia de ergot en lotes de sorgo suele generar incertidumbre al momento de alimentar el ganado con grano seco o silo de planta entera o de grano húmedo” resaltó el especialista.
Esto se debe a que Claviceps africana pertenece a un grupo de hongos que produce esclerocios, los cuales contienen alcaloides, y el consumo de granos contaminados con dichas estructuras ocasiona intoxicaciones en mamíferos, con efectos que van desde la gangrena hasta convulsiones y muerte.
En el caso particular del hongo del ergot del sorgo, el mismo produce alcaloides con propiedades farmacológicas débiles y baja toxicidad para los mamíferos. Además, hasta el momento, los esclerocios de Claviceps africana no han sido detectados en nuestro país.
El estrés por frío, con temperaturas nocturnas menores a 13°C durante el período de 3 a 4 semanas antes de floración, es el principal factor que reduce la viabilidad del polen y/o retrasa la polinización y la fecundación, favoreciendo para la infección del hongo. Por eso, se asocia principalmente a siembras tardías o de segunda, fines de diciembre-comienzos de enero.
“Bajo las condiciones de la zona, el ergot solamente ocasiona pérdidas en el cultivo de sorgo por reducción en la cantidad y calidad de los granos, además de las propias dificultades durante la cosecha”, explicó Velazquez.
“Hasta el momento, la presencia de ergot en lotes de sorgo no ofrece peligro para el ganado debido a que los esclerocios no se han detectado en el país”, indicó el especialista. Las complicaciones toxicológicas que aparecen, atribuidas a silos realizados con panojas de sorgo afectadas por ergot, en realidad se deben a una deficiente confección de los mismos.
Por consiguiente, deberían extremarse los cuidados en la forma de realización, tanto al momento del picado, evitar la mezcla con malezas tóxicas y/o rebrotes de sorgo, como durante todo el tiempo de realización, compactación y control del pH.
Fuente: INTA Informa