Semana a semana, se conocen nuevos casos de polémicas que surgen en pueblos y ciudades por la utilización de agroquímicos en zonas periurbanas y el temor de que puedan afectar la salud de los pobladores.
Para el ingeniero agrónomo Guillermo March, una de las voces más experimentadas sobre estos temas en Córdoba, uno de los problemas es que “en la era de la post-verdad, el conocimiento científico tiene menor influencia en la opinión pública que la información mediática”.
Esa fue una de las frases que expresó durante el 14° Congreso Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedades, organizado por el Halcón Monitoreos en el Centro de Convenciones del Quórum Hotel de la ciudad de Córdoba.
Mitos y verdades
March encabezó el curso titulado “Agroquímicos, sociedad y ambiente”. En el mismo, ocupó gran parte de la disertación en desmitificar muchas falencias que se asignan a los fitosanitarios con categoría de verdades, cuando no lo son.
“Los efectos negativos de los plaguicidas son a veces minimizados o a veces magnificados, manipulando muchas veces la información e incluso ignorando los aportes de la ciencia, en ambos casos. Confrontar información y conocimiento nos ayudará a comprender que mucho es relativo al tiempo y al espacio de su ocurrencia, que nada es definitivo, y que todo se puede mejorar”, resumió el especialista.
Entre la lluvia de datos que mostró en el curso, March remarcó que no se evalúa cuál es el costo que tendría para los consumidores una eliminación del uso de plaguicidas.
Al respecto, citó un estudio elaborado en Estados Unidos que calculó pérdidas de hasta 80 por ciento en la producción de maní y hasta 55 por ciento en arroz, en caso de cultivos extensivos; y de 100 por ciento y 90 por ciento, en manzanas y uvas, respectivamente, para cultivos intensivos; si no se frenaran los ataques de insectos con agroquímicos.
Con una menor oferta de alimentos, los precios aumentarían: “El más perjudicado sería el consumidor”, sintetizó March. En Europa, por ejemplo, calcularon que disminuir el uso de plaguicidas en el trigo, haría perder 4.600 millones de euros de producción para 2020.
Correlaciones
El experto también le dedicó varios párrafos a un informe que se publicó hace casi una década y que relacionaba una alta tasa de cáncer en el este provincial con el crecimiento de la producción agrícola y el correspondiente uso de agroquímicos.
Según March, el problema fue que no se tuvo en cuenta que esas zonas también tienen una alta concentración de arsénico en el agua, lo que puede ser un causal precisamente de este mal.
Del mismo modo, hizo referencia a la clasificación del glifosato como “probablemente carcinógeno”, lo que no significa que haya una correlación directa entre ese principio activo y el cáncer. La clasificación de la Iarc, por caso, pone al glifosato al mismo nivel de riesgo que el café y con menos riesgo que la radiación solar.
Otro aspecto que subrayó March fue el reclamo por mutar hacia agricultura orgánica, un pedido que no tiene en cuenta los riesgos que estos conllevan para la alimentación mundial.
Estudios mundiales calculan que reconvertir toda la agricultura global y hacerla orgánica, reduciría entre 25 y 50 por ciento las cosechas, quitándole alimentos a 2.500 millones de personas. Para compensar esto, se necesitarían 600 millones de hectáreas más cultivadas, lo que equivaldría a más desmontes, presión sobre los suelos y agriculturización de zonas marginales.
Conclusiones
Luego de describir otros datos, March concluyó que “en este complejo escenario al que concurren múltiples intereses económicos, sociales, ambientales e incluso ideológicos, deberemos aceptar que más que un objetivo a alcanzar, la sustentabilidad de los sistemas agrícolas es un proceso de aprendizaje, en el cual el enfoque sistémico nos permitirá comprender las complejas interacciones ecológicas, sociales y ambientales”.
“No obstante la importancia de los plaguicidas para reducir las pérdidas de cosecha por las plagas, debemos asumir su contribución a la crisis ambiental, y a partir del conocimiento disponible disminuir su impacto negativo, y dirigirnos hacia la integración de estrategias, que en el marco de una agricultura sustentable económica, social y ambientalmente, nos permita lograr una producción suficiente para una población mundial en crecimiento”, agregó.